domingo, 31 de octubre de 2010

Una Boda de Teatro

Fue en un artículo de Diario del Viajero donde lo leí. Ahora es posible casarse en el Camp Nou, un título muy explicito y para el que casi no se necesita texto. Entonces me acordé, lo había oído fugazmente pero no me acordaba bien. Después confirmé mis sospechas, también era posible casarse en el Teatro Romano de Mérida. Hombre...y puestos a comparar. 


La posibilidad de poder contraer matrimonio en las ruinas del teatro de época romana mejor conservado del mundo y con tanta historia en sus tablas es ciertamente atractiva. Tanto que no creo necesario repetir aquí los ya consabidos y manoseados términos de "marco incomparable", "2.000 años de historia", "estas piedras" que utilizan los críticos cada agosto durante el Festival de Teatro Clásico. 

Eso sí, para casarse en el Teatro Romano hay que seguir a rajatabla unas reglas impuestas por el Consorcio de la Ciudad Monumental de Mérida. Tales son que, si me permitís, os diré que creo que los han puesto para que se casen allí el menor número de parejas posible. Al menos a mí me lo parece después de su lectura que paso a relatar. 

La ceremonia, siempre civil, no se celebra en las tablas del Teatro Romano sino entre bambalinas, en el Peristilo o en los Jardines de Entrada al Teatro Romano. El acto debe tener una duración máxima de 1 hora y un número máximo de 300 personas. Por supuesto, la entrada se limita al lugar de celebración y no a ninguna otra área del Teatro. Tampoco se puede hacer fotos ni videos fuera del Peristilo. No se puede fumar, llevar mochilas o bolsos mayores de 40 cm, tocar las plantas de los jardines, ni tocar materiales originales y frágiles. 

Y lo mejor de todo, los novios deben comprometerse a abonar con antelación a la fecha del acto autorizado, el precio por la entrada al espacio y una cantidad por la cesión del espacio que está estimado en unos 300 euros. 

De todas formas, es una oportunidad única para los nómadas que busquen tener una boda realmente original y bella. 

Las fotos son de un estupendo fotógrafo, Jorge Armestar, al cual agradecemos su colaboración. 

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